¿ES EL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO UN
DIOS MASÓNICO?
En las Constituciones
de Anderson, fechadas en 1723, se hace alusión a «Dios, Gran
Arquitecto del Universo» (p. 1), y al «Dios del Cielo, el omnipotente
Arquitecto del Universo» (p. 18). Pero Anderson habla también de
Cristo como «Gran Arquitecto de la Iglesia» (pp. 24-24). En el
artículo primero de las Constituciones de Anderson, se dice
«que el masón está obligado, por su compromiso a obedecer la ley
moral, y si comprende bien el Arte, no será jamás un ateo estúpido ni
un irreligioso libertino». Sin nombrar a Dios se exige la creencia en
Dios, porque los ateos son excluidos de una manera directa y expresa.
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Dios como
Gran Arquitecto del Universo en la Biblia de San Luis, catedral de
Toledo |
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Mucho más directo es el
Libro de las Constituciones de la muy antigua y honorable Fraternidad
de los masones libres y aceptados, conocida como de los Antiguos,
publicada por Dermott el año 1756 bajo el título de Charges and
Regulations of the Society of Free Masons, extracted from Ahiman Rezon:
“Todo masón está obligado, en virtud de su título, a creer firmemente
y adorar fielmente a Dios eterno al igual que las enseñanzas sagradas
que los Dignatarios y Padres de la Iglesia han redactado y publicado
para el uso de los hombres sabios; de tal suerte que ninguno de los
que comprenden bien el Arte pueda marchar sobre el sendero irreligioso
del desgraciado libertino o ser introducido a seguir a los arrogantes
profesores del Ateísmo o del Deísmo…”.
Sin embargo, no hay acuerdo
en las interpretaciones y consecuencias de estas diferencias. Para
unos las Constituciones de Anderson inclinan fuertemente hacia
un deísmo que la segunda Constitución, conocida como de Ahimann
Rezom, condena explícitamente insistiendo sobre su fidelidad a la
religión católica, tanto más que Dermott, así como la mayoría de los
primeros Antiguos, eran irlandeses católicos. No hay que
olvidar que el autor de las Constituciones de los Modernos era
el Reverendo James Anderson, Pastor de la Iglesia presbiteriana
escocesa, y en consecuencia él era también teísta –no deísta–, y cada
vez que habla de Dios, lo hace como Gran Arquitecto del Universo, es
decir, como Creador. Y la tradición de la Gran Logia de Inglaterra,
hasta nuestros días, ha sido siempre teísta y no deísta. Uno de sus
representantes, Alec Mellor, lo dice en su Diccionario: “La
francmasonería regular es no solamente deísta sino teísta, lo que
significa que el Dios que reconoce, invoca y ruega en logia es el Dios
creador, o, si se prefiere, un Dios personal, no una entidad vaga, tal
como la conciben sistemas metafísicos como el inmanentismo o el
panteísmo. Ningún equívoco puede subsistir a este respecto”.
Sin embargo ha existido
siempre una cierta confusión alrededor de los términos teísmo y
deísmo. La palabra teísmo hoy es utilizada para
significar un sistema o doctrina que admite la existencia de un Dios
personal, creador y providencial del mundo. Mientras que la palabra
deísmo, en parte es positivo y en parte negativo. El deísta
afirma, como el teísta, la existencia de un Dios personal; pero se
distingue de él en que niega alguno o algunos de los atributos
positivos de Dios, y, sobre todo, el hecho de la revelación divina.
Para el deísta sólo existe la religión natural; de modo que la
positiva, fundada en el hecho de la revelación, es un mito.
Pero el problema que se
plantea hoy no es el de supervivencia en la masonería actual del Gran
Arquitecto del Universo que dio lugar al conocido lema «A la Gloria
del Gran Arquitecto del Universo», a veces en su versión latina «Ad Universi Terrarum Orbis Summi Architecti Gloriam», con el que tantas
masonerías de todo el mundo siguen iniciando todas sus actividades,
escritos, documentos, revistas, etc. Lo que hoy suscita polémicas es
la creencia en el Gran Arquitecto del Universo como condición previa
para ser masón.
En el punto de la polémica
hay que situar la Constitución
del Grande Oriente de Francia,
de 1849, en cuyo artículo primero fue introducido –quizás a fin de
suscitar un acercamiento con la Gran Logia de Inglaterra– el párrafo
siguiente: «La Francmasonería (…) tiene como base la existencia de
Dios y la inmortalidad del alma». Esta toma de posición fue
interpretada como una ruptura con la libertad de conciencia y la
tolerancia introducida en la francmasonería francesa la primera mitad
del siglo XIX y que dio a ciertos francmasones la posibilidad de
militar en concepciones filosóficas más o menos inclinadas hacia el
agnosticismo e incluso, a veces, hacia el ateísmo. Y, sobre todo
después de 1860, levantó la protesta de logias cada vez más numerosas.
En el Gran Oriente de Bélgica se planteó un problema parecido, que
acabó, en 1872, con la supresión del Gran Arquitecto del Universo en
todos sus rituales. Poco después, el Gran Oriente de Francia, a su
vez, bajo la presidencia del pastor protestante Fréderic Desmons,
suprimió, el 13 de septiembre de 1877, de su Constitución la
obligación de creer en Dios y en la inmortalidad del alma.
Lo más paradójico es que la
Iglesia católica ha tomado partido haciendo una curiosa interpretación
del Gran Arquitecto del Universo de los masones. Y es así como el
cardenal Ratzinger, jefe del antiguo Santo-Oficio, hoy llamado
Congregación para la Doctrina
de la Fe, nos enseña, siguiendo la sola opinión de los obispos
alemanes manifestada el año 1981, cuál es el verdadero concepto del
Dios de los masones: “En los rituales, el concepto de «Gran Arquitecto
del Universo» ocupa un lugar central. Se trata, a pesar de toda la
voluntad de apertura al conjunto de lo religioso, de una concepción
tomada del deísmo. Según esta concepción, no existe ningún
conocimiento objetivo de Dios, en el sentido del concepto de idea
personal de Dios en el teísmo. El Gran Arquitecto del Universo es un
«algo» neutro, indefinido y abierto a toda comprensión. Cada uno puede
introducir allí su representación de dios, el cristiano, como el
musulmán, el discípulo de Confucio como el animista o el fiel de no
importa qué religión. Para el francmasón, el «Gran Arquitecto del
Universo» no es un ser en el sentido de un Dios personal; y por esta
razón le basta una viva sensibilidad religiosa para reconocer al Gran
Arquitecto del Universo. Esta concepción de un Gran Arquitecto del
Universo reinando en un alejamiento deísta mina por la base la
representación del Dios del católico y la respuesta que da a un Dios
al que se dirige como Padre y Señor”.
Ante la actitud tomada por la Iglesia
católica romana en 1983 y reiterada en 1985, coincidente en el tiempo
con parecidas posiciones por parte de las iglesias metodistas,
baptista y anglicana, la Gran Logia Unida de Inglaterra se consideró
obligada a publicar en septiembre de 1985 una declaración que completa
la que originalmente fue aprobada en septiembre de 1962 y confirmada
en diciembre de 1981 por la misma Gran Logia. En ella, tras recordar
que la masonería no es una religión, ni un sustitutivo de la religión,
reitera que «exige de sus miembros la fe en un Ser Supremo, pero no
propone ningún sistema de fe como suyo propio».
La Gran Logia
Unida de Inglaterra en el Enunciado fundamental de 21 de junio
de 1985, reafirmaba que «la
Masonería no es una religión, ni un sustitutivo de la religión». La
Masonería «requiere de sus adeptos la creencia en un Ser Supremo, del
cual, sin embargo, no ofrece una propia doctrina de fe». Y advierte
que «los diversos nombres utilizados para indicar al Ser Supremo
permiten a hombres de fe diferente unirse en oración (destinada a Dios
tal y como cada uno de ellos lo concibe), sin que el contenido de
dichas oraciones pueda ser causa de discordia».
Y aclara que «no existe un
Dios masónico. El Dios del masón es el propio Dios de la religión por
él mismo profesada. Los masones tienen un respeto mutuo por el Ser
Supremo en cuanto Él sigue siendo Supremo en sus religiones
respectivas». Retomando los Antiguos Deberes, la Declaración reitera
que «durante los trabajos de la logia está prohibido discutir de
religión» y que «no es misión de la masonería tratar de unir credos
religiosos diferentes». La consecuencia de que «no existe […] un
Dios masónico único» es que la masonería no pretende ser un
«sincretismo» entre fes distintas, ni una super-religión, una Verdad
absoluta y superior a las «verdades» (o «creencias» de las fes
particulares.
Por tanto, en la masonería
«no se encuentran los siguientes elementos constitutivos de la
religión: a) una doctrina teológica; b) la oferta de
sacramentos; c) la promesa de salvación mediante obras,
conocimientos secretos y varios medios».
En función de esto, la Gran
Logia Unida de Inglaterra aceptó o rehusó estrechar los lazos
fraternos con las demás comunidades masónicas aplicando con coherencia
esos principios. Así por ejemplo, la Declaración de 1929 establece, en
el primer punto: «La creencia en el Gran Arquitecto del Universo y en
su voluntad revelada serán condiciones esenciales para que se
admitan sus miembros». Al romper los lazos con la Gran Logia de
Uruguay, el 18 de octubre de 1950, la GLUI endureció más aún su
postura teísta, declarando: «Todo hombre que pida entrar en la
masonería tiene que profesar la fe en el Ser Supremo, Dios
invisible y Todopoderoso. A este respecto no se permite ninguna
excepción. La masonería no es un movimiento filosófico abierto a todas
las orientaciones y opiniones. La verdadera masonería es un culto
para conservar y difundir la creencia en la existencia de Dios,
que tiene que ser el de una religión monoteísta». Por temor a que se
le tachara de deísmo, la Gran Logia inglesa y, detrás suyo, las de
Escocia e Irlanda, impusieron la fe monoteísta a sus afiliados
y a los iniciados a obediencias vinculadas con ella.
En conclusión, cabe afirmar
que la masonería es religiosa, sin llegar a convertirse en
religión ella misma. La GLUI no se propone conciliar la fe de los
individuos en una religión única, superior o diferente.
Extractado de: José A.
Ferrer Benimeli (Universidad de Zaragoza), “El Gran Arquitecto del
Universo”, en José A. Ferrer Benimeli (dir.) Masonería y religión:
convergencias, oposición, ¿incompatibilidad?, Madrid, 1996, pp.
49-55.
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